martes, 10 de noviembre de 2009

Desamando. Día 2: en ruta hacia el país de nadie

Hay un lugar triste y extenso en el que se encuentran
los que no quieren mirar hacia atrás y no pueden mirar hacia delante.
Triste porque así nos sentimos los que lo habitamos.
Extenso porque somos demasiados.

Es un lugar al que viajas cuando llega ese momento en el que el pasado, tan real y cercano, duele.
Porque duele su pérdida, porque la herida no ha empezado ni siquiera a infectarse...y eres consciente de cuánto le falta aún por supurar antes de cerrarse.

Es ese momento en el que el futuro tienes que inventártelo porque lo que percibes cuando levantas los ojos de tu ombligo es una tierra yerma en la que parece imposible que algo vuelva a brotar.

Entonces de la nada surge una ventanilla en la que sacas un billete en oferta exclusiva hacia este país de nadie y al mismo tiempo de todos, los que alguna vez fueron ilusos, confiados, infantiles, inocentes, idealistas...
Caminas hacia el andén acompañada de las palabras sensatas y los abrazos cálidos de todos los seres maravillosos que alineándose a tu lado han ayudado a amortiguar el impacto inicial del dolor.

Durante el viaje, pegando la cara a la ventanilla ves aparecer poco a poco las estaciones de tu vida reciente, esos instantes perdidos. Tratas de abrir mucho los ojos para abarcarlo todo, para que se te quede dentro y puedas recordar siempre cada detalle. Pero son visiones tan fugaces como lo fueron en su día esas pinceladas de felicidad. Se evaporan junto al agua de tus lágrimas irreprimibles y te dejan el sabor amargo de la nostalgia.

De nuevo sola en tu asiento te acurrucas debajo de tu manta hecha de sonrisas amigas e invocas al sueño para que venga a liberarte de ti misma, de tu pena. Pero las que vienen son la tristeza y la angustia, y así mecida por estas dos extrañas compañeras de viaje caes en la dulce y bendita inconsciencia.

Gracias por estar ahí a quien me lea....espero que no nos encontremos en el país de nadie.