sábado, 24 de mayo de 2008

10 razones o más para quererte

Para mi hombre tranquilo

Te quiero.
Por la forma en que tus ojos saben decirme lo que tus labios no se atreven.
Por protegerme de mil peligros inexistentes.
Por darte cuenta de que necesitaba que me protegiesen.
Por tu constante constancia animándome a salir del desánimo.
Por tus sonrisas cómplices y siempre oportunas.
Por simplificar mis complicaciones.

Te quiero.
Por regalarme tu tímida sinceridad.
Por soportar la desnudez de la mía.
Por tu paciencia infinita con mi impaciencia diaria.
Por no desesperarte con mi tendencia inevitable a la desesperación.

Te quiero.
Por acariciar mi piel con tus palabras
y tocar mi alma con tus dedos.

Te quiero.
Por dejarme entrar en tu soledad.
Porque has habitado la mía.

Te quiero.
Por ser tan dulce.
Tan generoso.
Tan íntegro.
Tan viril.

Tan tierno.

Te quiero.
Por pertenecer a esa extraña especie de hombres sensibles.
Y no avergonzarte.

Te quiero.
Por la pasión que te intuyo.
Por el alma pura que se insinúa en el fondo de tus ojos pícaros.


Te quiero.
Por compartirte entero conmigo. Sin apenas reservas.
Por dejarme mirar dentro de ti sin miedos.
Por ayudarme a desincrustar la armadura de guerrera que tanto pesaba.

Te quiero.
Porque te admiro.
Porque te respeto.
Porque te deseo.

Te quiero.
Porque me quieres.
Porque me admiras.
Porque me respetas.

Por todas estas razones y más que seguro olvidaré, te quiero.

Por tu voz de oficinista al teléfono.
Por tus chistes malos y tu ironía fina.
Por tu gusto por los secretos y las confesiones repentinas.

Por la valentía con la que enfrentas tus temores.
Por la calidez de tus abrazos y la ternura de tus besos.

Por las mañanas de risas tontas delante de nuestras pantallas.
Por las tardes compartidas observando el techo blanco de mi salón naranja y vacío.
Por las noches insomnes en las que me has calentado el alma.
Por apostar siempre conmigo al caballo perdedor. Y perder cada vez con alegría.

Te quiero.
Por no atreverte a mirarme de frente algunas veces.
Por acercarte a mí sin miedo a contagiarte del caos que me acompaña.
Por alejarte en el momento justo.
Por buscarme entre las sombras.
Por perderme entre la multitud.
Por querer encontrarme de nuevo.
Por tu risa franca y generosa.
Por tus lágrimas apenas insinuadas.
Por despreciar el escándalo.
Por provocarlo.

Te quiero.
Por querer entenderme siempre.
Por soportar resignadamente mis ciclotimias.
Por aceptar convertirte en padre cuando yo he sido una hija necesitada.

Te quiero.
Por tus razonadas explicaciones sobre lo racional

que es tener racionalizados tus sentimientos.
Por aguantar mis coqueteos incansables con la absurdidad.
Por no asustarte ante mi vulnerabilidad. Ni ante mi ira.

Te quiero.
Por escuchar las más descabelladas ideas sin inmutarte.
Por tu impasibilidad ante mis eternas idas y venidas.

Ante mi constante y cansino cambio de rumbo.

Te quiero.
Porque cada vez que te he necesitado te he tenido.

Porque sin llamarte has venido.
Por todas las palabras, todos los abrazos, todos los besos
que llegaron en el momento preciso.

Te quiero.
Por los juicios que no has emitido.
Por las provocaciones que has desoído.
Por tu ceguera voluntaria.
Por ser un Ulises inmune a mi canto de sirena impetuosa.

Te quiero.
Por dejar que me equivoque cada vez.
Y luego ayudarme a reconstruir mi mundo.
Por tratar de alejarme de la decepción que me persigue.

Te quiero.
Por conducir sin rumbo cualquier tarde para que me sintiese a salvo de mí misma.

Te quiero.
Por nuestras conversaciones eternas en movimiento.

Te quiero.
Porque ya no sé dormirme sin tus buenas noches ni despertarme sin tus buenos días.

Te quiero.
Por todos los días que me has dicho lo maravillosa que te parezco.
Incluso aquellos en los que la realidad te desmentía flagrantemente.

Te quiero.
Porque cuando no estás te echo tanto de menos que me duele.

Te quiero.

Por los sueños imposibles que hemos soñado.
Por las historias inventadas que nunca serán nuestra historia.

Te quiero.
Por las vidas que no viviremos.
Por los hijos que nunca tendremos.

Te quiero.
Por todos los libros que no te leeré apoyada en tu pecho desnudo.
Por las estrellas que no miraremos abrazados.


Te quiero.
Por todos los besos que no me has robado.
Por todos los poemas de amor que no me has regalado.

Te quiero.
Por decidir seguir viviendo de acuerdo a tus principios.
A pesar de todo y de todos. Incluso a pesar de ti y de mí.

Y sobre todo te quiero por ser fiel a ti mismo.
Por ser tú, mi hombre tranquilo, y no querer parecerte a nadie más.

Gracias por haberme hecho el regalo más bonito que me han hecho jamás, este blog.

No me despido,

porque la sola idea de dejarte en el camino hace que me castañeteen los dientes.
Para siempre irás conmigo allá dónde vaya.
Y si alguna noche tu espíritu vaga atormentando buscando una poquito de calma,
pon rumbo a tierras sajonas, que bajo un manto de estrellas el mío allá te estará esperando.

I need your love

http://www.youtube.com/watch?v=VFFul1nXwUY&feature=related





lunes, 17 de marzo de 2008

De princesas, sapos e ideales rotos

5.30 a.m.
No puedo dormir, porque me he tragado un yoyó junto con su niña de trenzas y mirada vaga que se empeña en seguir bailándolo aunque me haya enfadado con ella y le haya dicho que si sigue así me olvido definitivamente de que existe y no la vuelvo a llevar al parque de atracciones a subirse en la montaña rusa.

Pues como no puedo dormir, me da por reflexionar. Y deambulo desde hace horas, con los ojillos rojos de tanto esfuerzo vano, para volver una y otra vez a recrear variaciones del mismo y aburrido tema.

Pero hace ya un ratito que un pensamiento, simplón como solamente pueden serlo aquellos que nos asaltan a altas horas de la madrugada cuando todo el mundo descansa y el silencio se apodera de las casas, me ha subyugado. Y tirando poquito a poquito de ese hilillo, he abandonado a su suerte a todos los demás ovillos desmadejados de ideas inconexas que pueblan a estas horas intempestivas mi pobre y maltratada cabecita.

Cuan distintas somos las mujeres.....y cuan similares al mismo tiempo.
(Sí, ya sé, he vuelto a redescubrir la pólvora, soy consciente).


Y aquí estoy meditando sobre las connotaciones que tiene ser mujer hoy (¿esto no es el título de una revista femenina?, le pega) y lo que significaba serlo hace tan solo unas décadas.

Y filosofando, filosofando, le he dado un repasito rápido a la vida de mis abuelas, mis tías, mi madre, mis hermanas, mis amigas y claro, a la mía propia.

Y tengo que reconocer que esta vez, en lugar de quedarme admirada y complacida por las diferencias, sigo aún sorprendida por las semejanzas….quizás es que antes simplemente no podía o no quería verlas…demasiado enquistada en mi papel de mujer liberal y liberada, urbanita, moderna, soltera aunque no entera.

Y de “las mujeres de mi vida” un saltito a analizar el rol femenino de madre y esposa….y de ahí otro, no tan pequeño esta vez, me ha conducido al cuento de hadas que (casi) todas llevamos dentro.

¿Estará en nuestros genes?
¿Será la carga añadida que nos traspasan con el segundo cromosoma X?
Puede que venga de regalo...

Vamos, vamos, guapa,
llévate dos cromosomas X que quedan estupendos los dos juntitos para hacer el par 23.
Venga reina que hoy los tengo baratitos,
baratitos de verdad….que son los últimos y en una horita recojo
y te vas a quedar sin esta ganga…
Además con cada par te regalo un cuentito de hadas, original, único y utópico....
Así tu nena llevará dentro su propia historia de princesas
y cuando crezca solamente tendrá que hacer un esfuercito nimio
para encontrar a su príncipe, vivir felices y comer perdices toda la vida…



Y claro, ¿quien puede resistirse a las ofertas, rebajas y promociones?
La afición a las compras nos la deben transferir también con ese segundo cromosoma. Y que conste que yo soy la primera que he comprado cientos y cientos de cosas inservibles porque me daban otras, también inservibles, de regalo….bien envueltitas, eso sí.

Pero si alguna se salvó de ese primer ataque genético, sucumbirá sin duda en los siguientes. Es como si hubiese una confabulación en la sombra: el complot mágico, (¿lo financiará la Disney Factory?), y por mucho que quieras huir y alejarte te encuentras el cuento de hadas agazapado en cada esquina de las calles que recorres en tu vida.

A las mujeres de mi generación (y soy “trentona”, como dice mi hermano) nos contaban cuentos para que nos acabásemos el filete o la sopa. En cuanto empezamos a comprender el lenguaje siempre había cerquita algún o alguna amable candidata para grabarnos la magia en nuestro infantil cerebro. No los culpo, los cuentos son tan bonitos…

Érase una vez una princesa muy hermosa y despistada que se pinchó con el huso de una rueca y se quedó años durmiendo hasta que un apuesto príncipe la despertó con un beso.
Y vivieron felices y comieron perdices...

La hermosa dormilona tenía una parienta pobretona que vivía humillada por sus hermanastras hasta que en una fiesta real perdió un zapatito de cristal, que condujo hasta ella al hermoso y casadero príncipe, que la rescató de su mísera vida y la llevó a su castillo.
Y allí vivieron felices y comieron perdices…

Esta princesa descalza tenía una amiga muy dulce que era además la más guapa y envidiada del reino, pues poseía mejillas y labios sonrosados y un cutis blanco como la nieve….pero imprudentemente se comió una manzana envenenada y se pasó tres días muerta esperando el beso de un príncipe que la devolviese lozana a la vida.
Y por supuesto, después de esto, vivieron felices y comieron perdices…

And so on…
Ahora ya no se cuentan tantos cuentos, el tiempo escasea.
Ahora las niñas ven películas, que son una sofisticada versión de lo mismo; vale, vale, encubierto, muchísimo más encubierto porque no es políticamente correcto y hay que fomentar una educación no sexista.
Además las asociaciones feministas pueden denunciar a los productores y eso siempre crea mala prensa (aunque no malas audiencias precisamente). Ahora la conspiración mágica es más sutil, pero sigue vigente.

Érase una vez una princesa muy graciosa que tuvo que convertirse en ogra para poder irse a vivir con su ogro-príncipe a la ciénaga…y que tenía una amiga muy aventurera que perdió su cola a cambio de poder pasear por la ciudad del brazo de un chico encantador al que rescató del agua…y la hermana de esta sirena de secano tuvo que besar a una bestia repugnante y moribunda para disfrutar de su fascinante príncipe…

Y todos vivieron felices, eso sí, en un apartamento de lujo del centro de una gran ciudad, y comieron caviar y ostras….que ya va siendo horita de dejar las perdices….que tenemos empacho!!!. Además, ¿a qué rayos saben las perdices?. ¿Quién es la rara que querría pasarse la eternidad comiendo algo que ni siquiera ha probado?

Posiblemente muchas opinaréis que es sólo una etapa en nuestras vidas y que es preciosa porque alimenta nuestros sueños y nos permite alejarnos de la fealdad del mundo real. Y pensaréis que al abandonar la niñez dejamos atrás los cuentos/pelis de hadas.

Llamadme paranoica, pero yo creo que la conjura de las princesas nos acecha constantemente, sin darnos tregua, adoptando diversas e intrincadas formas a lo largo de nuestra existencia: el argumento de un libro que leemos justo antes de dormir una noche fría de invierno mientras la lluvia azota los cristales velux de nuestro moderno apartamento; el estribillo de una canción que nos conquista cuando la escuchamos en la radio mientras conducimos relajadas hacia un fin de semana de aventura; la trama secundaria apenas insinuada de una película dramática que hemos ido a ver a casa de una amiga que está deprimida porque ha perdido su trabajo por tercera vez en un año; la historia tonta del capítulo insípido de una telenovela de sobremesa que nos hemos sentado a ver con nuestra abuela en navidades, para compartir un ratillo de nuestra vida con ella.

Las más de las veces no somos ni siquiera conscientes.

Esos retazos apenas insinuados de historias de final “perdicero” van poco a poco conformando nuestro propio ideal, que se construye con todo aquello que nos hace vibrar, que acaricia nuestra alma y la deja suavecita.

¿Quién no se ha sorprendido pensando alguna vez en la soledad de un cine "yo quiero vivir una historia así"?

¿Quién no ha deseado que esa canción tan linda se la cante al oído un hombre que realmente la ame?

¿Quién no ha soñado con que la rescaten cuando la tristeza la embarga y no tiene fuerzas ni para levantarse por las mañanas?

Y sin darnos cuenta un día cualquiera se ha imprimado en nuestra mente y en nuestra alma una imagen hecha de otras miles de imágenes desdibujadas, palabras susurradas y melodías exquisitas. Una imagen dinámica, por lo cambiante, que nos acompañará durante toda nuestra vida.
Una imagen con mil caras pero sólo un alma. Reflejo de la nuestra propia. Equipaje vital construido con todo aquello que nos conmueve, nos apasiona y nos emociona. En definitiva, lo que nos distingue a unas de otras y nos permite seguir vivas.

De una forma u otra parece que todas las mujeres, independientemente de nuestra edad, educación e incluso procedencia, tenemos una concepción propia y especial de lo que es nuestro ideal, nuestro complementario, aquel o aquella para el que reservamos nuestros tesoros: nuestras abuelas guardaban “su virtud” y sus nietas quizás hoy guardemos “nuestra esencia”.
El eterno leitmotiv: EL PRÍNCIPE AZUL o LA PRINCESA ROSA.
Ese príncipe azul (aquellas que se decanten por la princesa rosa que se den desde ahora mismo por incluidas, que me fatiga repetirme tanto) tiene tantas caras como mujeres existen y creo que desgraciadamente todas, por muy mundanas e independientes que seamos, nos pasamos la vida tratando de hallarlo.
Al menos las mujeres con las que yo me he cruzado.

Aunque para ser totalmente franca, conozco a algunas que han tomado la sana y sabia decisión de renunciar a esa búsqueda. Y ahora dicen que viven felices (comiendo o no perdices)….y me alegro.
No obstante confieso que a veces no puedo evitar imaginármelas en sus camas soñando despiertas con un príncipe seductor que llega a sus vidas como brisa fresca a través de la ventana entornada de sus habitaciones…posiblemente ellas se estarán riendo ahorita mismo de mí pensando que tengo muchísima imaginación y un puntito de envidia...y si realmente han logrado ser inmunes a la conspiración mágica, las envidio, sí.

Algunas, las menos, tienen muy claro cómo debería ser su maravilloso príncipe y se dedican a buscarlo activamente, además, están orgullosas de ello. Y sí, también las envidio. Porque si no te inmunizas porque no quieres o porque no puedes, entonces…¿la postura razonable no sería contagiarse? Rendirse conscientemente. Aceptarlo.

Y por último estamos la gran masa de mujeres insatisfechas que nos pasamos la vida esperando tropezar con nuestra mitad perdida. Insistentemente miramos con lupa lo que tenemos en frente para descubrir cada vez que en nada se parece a lo que soñamos: a nuestra peculiar y especial imagen interna de ÉL (o ELLA). Y defraudadas vivimos en un vaivén constante, de desengaño en desengaño.
Somos adictas a la decepción.

Eso sí jamás lo admitiríamos.
Nosotras somos modernas, liberadas y en nada nos parecemos a nuestras madres y abuelas.
Nuestro propósito en la vida no es encontrar al hombre ideal, casarnos y vivir felices en una casita de chocolate (¿o era de fresa?, ese cuento debí de saltármelo).
¡Por Dios, que nosotras somos independientes! ¡No los necesitamos!
Lo que pasa es que tenemos mala suerte.
Y por supuesto, mejor solas que mal acompañadas.
Y ellos no nos merecen.
Y para quien no quiere tengo yo mucho.
Y sobre todo: ¡porque yo lo valgo!!!
Y en el fondo…
¿No será simplemente que lo que ocurre es que él nunca es ÉL?
O bien no somos conscientes de esa búsqueda incansable de nuestra propia e intransferible imagen del OTRO o bien lo somos pero no lo aceptamos.
Y de una u otra forma….¡qué actitud tan cobarde!
Deberíamos o bien renunciar o bien estar orgullosas, pero optamos por quedarnos esperando que el ELEGIDO aparezca en nuestra puerta subido a su corcel blanco. Y como no somos ni tan siquiera conscientes de cómo es…puede que un día se presente en forma de vendedor de aspiradoras-lavadoras-secadoras-termomix y ¡ni nos enteremos de que viene a rescatarnos! Y entonces nos quedaremos forever and ever sin ese príncipe que dé sentido a nuestras vidas.



Y yo en esta madrugada ventosa de Marzo intento tirar del hilo mágico que hilvana mis sueños rotos de princesa india sin castillo ni príncipe, ni mucho menos perdices.

Y me doy cuenta de que ya no quiero seguir enganchada al desencanto. Y de que ahora no me importa admitirlo: quiero conocer el guión de mi propio cuento de hadas.
Revolver en el contenido de mi maleta hechizada y desempolvar mi imagen personal del príncipe encantador.
Y finalmente descubrir qué ganga le vendió el embaucador de los cromosomas a mis padres; tuvo que ser una oferta increíble e irrechazable porque a mi madre nunca nadie le ha vendido nada que ella no quisiera comprar de antemano. Pero claro, mi padre era de otra pasta. Le encantaban los cuentos.

Y pienso en mi madre. Y de nuevo vuelvo al punto de partida, a algunas de las mujeres que habitan mi vida. Y sonrío.


Una espera impacientemente la llegada de un ÉL compuesto de una mezcla a partes iguales de Red Butler y Alfredo Landa.
Un apuesto seductor que la quiera a pesar de su endiablado carácter y que además sea un papá afable, cercano y gracioso para sus retoños.
Aún no lo ha encontrado. Es de mi tribu, de las que no admite que lo busca.
Y sé que ya empieza a desistir. Se percibe en su desgana y en su inquebrantable insatisfacción.

Otra se conformaría con un duendecillo divertido siempre dispuesto a quemar sus naves por las causas más variopintas. Éste Légolas Guevara tendría además que disfrazarse de titiritero de cuando en vez y agitar su cascabel encantado para que ella pudiese bailar a su son cada vez que tintinease.
Cree que lo encuentra cada vez. Y cada vez nunca es la VEZ. Pero no pierde la ilusión.
Otra afirma que ya lo ha encontrado.
Ese hombre maduro, sincero, responsable y romántico. Muy romántico. Tanto o más que el protagonista de cualquier telenovela mexicana. Un Manuel-Jesús-Enrique-Alfredo moderno y encantador.
Ojala coman perdices juntos hasta que se cojan una buena indigestión, y en cuanto se recuperen, que se pasen a las ostras y al caviar. O a la paella. Pero juntitos. Amén.

Y por supuesto, también está la que ha desistido. Después de años pensando que él era ÉL, un buen día descubrió que ni siquiera se le parecía. Y ya ni busca, ni espera. Dice que es feliz. Y lo parece.

La más práctica y satisfecha de todas es la que descubrió que su ÉL no existe, que es una quimera tratar de encontrar todas las virtudes soñadas condensadas en un solo príncipe. Y tiene dos.

Y ella, que ha perdido a su príncipe y que no tiene consuelo, porque ha descubierto que él sí que era ÉL, y que llenaba todos sus espacios. Ya no tiene que buscar. Lo encontró y la vida se lo arrebató.
¿Y el mío? Difícil tarea de introspección.

Mezclemos…..
Un poquito de la valentía y la libertad de Jack Dawson, para que a su lado cada día cuente y, como a Rose, me rescate de vez en cuando de mí misma.

Aliñado con otro poquito de la comprensión, la fantasía y el encanto de Nicolás, el educador de hadas. Que prefiera perderme a verme infeliz.

Con la voz sensual, sugerente y cálida de mi Macphisto. Y sus ideales.

Y para completar la receta solamente queda añadir una pizquita del ingenio desbordante del mago de las palabras disfrazado del hombre del traje gris. Y su ligereza.
Ya dije antes que a mi madre nadie se la mete doblada. Está claro que el mercader de genes la convenció con unos argumentos sólidos.

Anda guapa no te vayas sin llevarte un par de X, que no te arrepentirás.
Venga hija decídete, que ya me quedan las últimas…
Además para ti, reina mora, tengo reservado algo muy especial,
que sólo ofrezco a las clientas más exclusivas…
Por el mismo precio, te vas a llevar un cuento de hadas loco,
enrevesado e interminable, para que tu nena se pase la vida
tratando de encontrar a un príncipe imposible.
Es una oferta fantástica, corazón, te lo regalo con el par.
No te lo pienses mujer, que será muy feliz porque en el camino
vivirá historias mágicas e increíbles y no tendrá tiempo a aburrirse.


Y mi madre, que siempre ha sido muy concienzuda, debió de pensar que ese sí que era un buen negocio. Por un módico precio se llevó un cuento imposible tejido con miles de aventuras y desventuras y con un final incierto, para que su niña rebelde nunca se hastíase de vivir.

Este es pues mi cuento y ese es mi absurdo y polifacético príncipe.
Y ahora que lo he conocido (y reconocido) no voy a permanecer quieta ni un segundo más esperando a que se digne a aparecer.
Ya no.





De pequeñita yo soñé

en el amor como algo que...

y todo era mentira.



Lo que me enseñaron mis papás,

cuentos de hadas, poco más,

no era lo que quería.



Me demostraste la verdad,

lo que me das me gusta más.



Pienso todo el día en acariciar

tu dulce cuerpo hasta llegar

al reino que ya conocemos.



Despertaste en mí todo el calor,

de aquello que se llama amor,

quiero comer toda tu vida.



Contigo todo es muy casual,

aventurero sin igual.



Adiós a la satisfacción

mi vida en rosa ya cambió,

me gusta cualquier color





Los Romeos - Mi vida rosa http://www.youtube.com/watch?v=E4CHPqfjow8





martes, 11 de marzo de 2008

RENUNCIO

Me he cansado de ser
tolerante, liberal, cordial,
amistosa, madura, adulta.
COMPRENSIVA.


Reivindico el sano derecho a gritar, patalear, lloriquear....
y comportarme como una auténtica loca irracional siempre que me apetezca.
A partir de ahora soy "RENUNCIANTE"
Estáis avisados. Después no os quejéis.

De hoy en adelante renuncio a unirme a un varón,

salvo como compañera libre.
Ningún varón me dominará,
ni viviré en casa de ningún varón como querida.
J
uro estar preparada para defenderme por la fuerza
si soy atacada por la fuerza,
sin recurrir a la protección de ningún varón.
Juro que de hoy en adelante, entre las Amazonas Libres,

no seré conocida por el nombre de ningún varón,
sea padre, guardián, amante o esposo,
sino simplemente como hija de mi madre.
Juro no entregarme de hoy en adelante a ningún varón,

salvo en el momento y ocasión que yo misma decida,
por mi propia voluntad y deseo;
nunca ganaré el pan como objeto de deseo
de ningún varón ni utilizaré mi sexualidad
para manipular a ningún ser humano.
Juro que de hoy en adelante no daré hijos a ningún varón,

salvo por mi propia elección;
no daré hijos a ningún varón para la herencia,
la casa, el clan, el orgullo o la posteridad;
juro que yo sola determinaré la crianza de cualquier hijo
sin considerar la posición,
el lugar o el orgullo de ningún varón.
De hoy en adelante, renuncio a ser leal

a mis antiguas obligaciones con cualquier familia,
hogar, asociación o iglesia.
Soy libre de renovar estas obligaciones
siempre y cuando sea mi deseo.
Juro ser leal, como ciudadana libre,

a los códigos de la tierra y los dioses.
No recurriré a ningún varón
en busca de protección, apoyo o socorro,
y únicamente deberé lealtad a mi madrina de juramento,
a mis hermanas del Gremio
y a mi patrón durante la época de mi empleo.
Y juro además que toda mujer

que esté unida a mí por el mismo juramento,
será para mí como mi madre,
mi hermana o mi hija, de mi misma sangre,
y que ninguna mujer unida por juramento
al Gremio recurrirá a mí en vano.
Desde este momento, juro obedecer las leyes
del Gremio de las Amazonas Libres

y cualquier orden de mi madrina de juramento,
las madres del Gremio o la líder que elija.
Y si rompo mi juramento,

me someteré a las sanciones disciplinarias
que las Madres del Gremio elijan para mí;
y si no las cumpliera, que la mano
de cada mujer caiga sobre mí
y que quede mi alma a merced de la Diosa.






Querida chiya, gracias por todo lo que me enseñaste.
Estés donde estés, cerca de ti está siempre mi corazón.